El engaño populista. Por qué se arruinan nuestros países y cómo rescatarlos.
Axel Kaiser – Gloria Álvarez
Ediciones El Mercurio, 260 pág.
Cualquier izquierdista que lea este libro dirá, no sin razón, que la junta de Gloria Álvarez y Axel Kaiser para escribir en contra del populismo y a favor de la libertad es como cuando se juntan el hambre con las ganas de comer.
Gloria Álvarez se hizo famosa en Iberoamérica por sus ideas libertarias y su defensa de la República, luego de su discurso en el Parlamento Iberoamericano de la Juventud, en Zaragoza, España, en 2014. Por lo menos muchos la conocimos gracias al video que se masificó, aunque la carrera de Gloria como activista libertaria data desde mucho antes del famoso discurso.
Axel Kaiser es el director de la Fundación para el Progreso, autor del libro La tiranía de la igualdad —de muchísimo éxito en Chile— y uno de los pensadores liberales más importantes de Chile, por lo menos en la actualidad.
Era inevitable que, con ideas y carreras tan similares, ambos terminaran escribiendo este libro que se transforma en un documento para cualquiera que busque entender el pensamiento liberal y la catástrofe que ha significado el populismo para Latinoamérica, en todas las formas que este se presenta: comunismo, socialismo, socialdemocracia e incluso en la misma derecha.
El engaño populista está estructurado en tres partes o capítulos. En el primero, los autores diseccionan con mucho juicio las ideas populistas, ancladas en gobernantes y políticos de cualquier ideología, sea esta de derecha o de izquierda. Hacerlo no representó dificultad porque ambos son lectores disciplinados y acuciosos tanto de los autores más representantes del liberalismo clásico, como de los pensadores que sentaron las bases de las ideas de izquierda y populistas. No podemos hablar de objetividad en este libro, porque los autores son honestos desde un principio: su objetivo es demostrar que las naciones que han prosperado en algún momento de la historia y las más prósperas el día de hoy, lo han logrado gracias a la puesta en práctica de las ideas liberales: libertad del mercado, restricción del proteccionismo y limitación absoluta de la intervención del Estado. Con respecto al Estado, los autores dejan en claro que a este solo le compete garantizar tres cosas básicas para cada individuo: su derecho a la vida (seguridad), su libertad y su derecho a la propiedad privada. Es poco menos que una herejía hablar de que el Estado solo debe garantizar estos derechos, cuando las sociedades —especialmente las latinoamericanas— le exigen otros muchos más: la salud, la educación, la vestimenta, la vivienda, etc. Una buena parte de este capítulo se dedica a demostrar que la gratuidad de cualquier cosa es una ilusión desde el punto de vista de la economía, como lo son los derechos sociales, pues detrás de la mentira de la gratuidad está la realidad de que, para hacer posible algo gratis esto inevitablemente se consigue privando —o exigiendo privarse— a alguien más de algo. Ese alguien puede ser una empresa y ese algo pueden ser sus utilidades. En este capítulo los autores, además, entierran todos los mitos que rodean a la palabra neoliberalismo, el ‘cuco’ preferido por los populistas.
El segundo capítulo está dedicado a entender cómo las ideas populistas han calado tan hondo en las sociedades, hasta el punto de que ser un libertario, el día de hoy, es solo sinónimo de ser facho o casi un monstruo. No son casuales las formas de impregnación del populismo, desde los intelectuales que han buscado calorcito en la fogata que encienden las ideas de Marx, Engels y Gramsci entre otros, hasta el mismo papa Francisco, quien ha demostrado un claro rasgo populista, la sociedad se ha ido sumiendo en una hegemonía cultural del populismo. ¿Es malo esto? Sí, en la medida en que todas las ideas contrapuestas son ahogadas, o llevadas a extremos que hacen parecer unos desgraciados a quienes las profesan. Uno de los análisis importantes de este capítulo es sobre el éxito que tienen las ideas populistas y su capacidad de calar en las sociedades y llevar a las personas a darles el poder a través de sus gobernantes, éxito que radica en la idea extendida, durante varios decenios, de que somos lo que somos debido a que somos víctimas. La victimización, famosamente ilustrada por Eduardo Galeano en la frase inicial de su libro Las venas abiertas de América Latina, se ha extendido en todos los ámbitos: somos pobres porque otros son ricos, no nos podemos educar porque otros sí pueden y así, hasta alcanzar el epítome de las victimizaciones modernas, esa que nos hace presas del monstruo: el imperialismo gringo.
En el tercer capítulo, mi favorito, los autores proponen cómo rescatar a nuestras repúblicas. No hablan de rescatar Estados, ni naciones, ni países, sino “Repúblicas”, un término bastante desconocido el día de hoy, porque lo han reemplazado, en una confusión dramática, otros términos y el más poderoso de todos, quizás, sea Estado. Acá es donde los autores se lucen con ideas bastante potentes. Mi preferida, de todas, es esa que propone restaurar en las sociedades, a través de la educación responsable de los individuos, el debate a través de argumentos, de ideas, de lecturas. Desistir de la emocionalidad que ha sido protagonista de las ideas populistas, desistir de la descalificación del otro por lo que tiene y no tiene, y concentrarse en las ideas. Las personas necesitan, por ejemplo, comprender mejor cómo funciona la economía de un país cuando el Estado debe hacerse responsable de todo, comprender la importancia de que su prioridad como individuos y no dejarse anular en el colectivismo es justamente el primer paso para una crear una sociedad más justa y, la más importante a mi modo de ver de todas las ideas de este libro: que la igualdad que se debe perseguir no es la material, sino la de oportunidades: todos debemos tener las mismas oportunidades —igualdad ante la ley— para, por nuestro propios medios, como individuos, con total libertad, construir la sociedad que esperamos.
Algunos subrayados del libro
«Nadie que haga una revolución en la historia ha llegado al poder para después dejarlo. Y ningún revolucionario ha legado a su sociedad una situación mejor que la que destruyó»
«El uso de la etiqueta ‘neoliberalismo’ es así una estrategia política para desprestigiar lo que en realidad se hizo en Chile, y que fue introducir un sistema de libre emprendimiento inspirado en ideas liberales clásicas que creen en la capacidad de las personas para salir adelante»
«A lo sumo se puede decir que el populismo socialista ha logrado cierta igualdad, pero una igualdad en la miseria»