Subrayados (de Luis)

Los otros subrayadores

Por: Luis Riveros P.

CANCIÓN DEL SOLITARIO

Cargado de armonía está el vuelo de los pájaros. En las praderas cristalinas de los ciervos, los verdes 

           bosques se reúnen al atardecer en torno a cabañas silenciosas.

La oscuridad hace más tenue el murmullo de las aguas. Vienen húmedas sombras

y, melodiosas en el viento, vienen también las flores del verano.

Ya anochece en la frente del hombre pensativo y una llama de bondad arde en su corazón.

Es la paz de la cena: el pan y el vino están benditos por las manos de Dios

y, en silencio, con sus ojos nocturnos, tu hermano te mira y descansa de los caminos espinosos.

Ah vivir en el azul y en el espíritu de la noche.

En las habitaciones, el silencio rodea con amor las sombras de los antepasados,

los martirios purpúreos, el lamento de una estirpe

que, piadosa, se extingue en el descendiente solitario.

En el umbral de piedra el enfermo despierta de los negros instantes de la locura

y le rodean la frescura azul, el luminoso final del otoño,

el sosiego de la casa y las leyendas del bosque.

Ésta es la medida y la costumbre, así son los caminos lunares

de quienes se retiran a las cercanías de la muerte. ~

Georg Trakl – Tomado de la revista LETRAS LIBRES


Entierro de un hombre fallecido por covid-19, en el cementerio de La Almudena de Madrid en septiembre…resuena en nuestros oídos, una y otra vez, la letanía de cifras: cada día engullimos la cotidiana ración de estadísticas…

En la literatura de nuestros antepasados, palpita un sentimiento muy diferente hacia el duelo. La Ilíada se detiene con emoción y temblor ante cada muerte. Cuando un guerrero cae desplomado, encuentra siempre en Homero un homenaje, una pausa apesadumbrada. Nadie desaparece, por minúsculo que sea su papel en la epopeya, sin que se pronuncie su nombre, sin que se diga, al menos, que era amado, sin que una voz recuerde sus talentos y esperanzas. Un joven que posee el don de la adivinación no ha sabido anticipar su propia agonía, un día de primavera, ante las murallas de Troya. Aquel admirado jinete nunca volverá a galopar a lomos del caballo que, ansioso, aguarda su regreso a casa. Una niña espera a su padre, veterano combatiente, ignorando que ya no lo abrazará más. En el fragor de la tragedia, el viejo poeta sabe que cada muerte es única porque cada vida es irreemplazable. Homero jamás ofrece cifras de las bajas en combate: relata con aliento conmovedor la pequeña historia de cada pérdida, condensa en una frase el fugaz destello de su singularidad. En lugar de sumar, llora.

Irene Vallejos – Tomado de El País


RAÍCES

Estoy metida en la noche 

de estas raíces amargas,

ciegas, e iguales en pie

que como ciegas, son hermanas.

Sueñan, sueñan, hacen el sueño

y a la copa mandan la fábula.

Oyen los vientos, oyen los pinos

y no suben a saber nada.

Los pinos tienen su nombre

y sus siervas no descansan,

y por eso pasa mi mano

con piedad sobre sus espaldas.

Apretadas y revueltas,

las raíces alimañas

me miran con unos ojos 

de peces que no se cansan;

preocupadas estoy con ellas

que, silenciosas, me abrazan.

Abajo son los silencios.

En las copas son las fabulas.

Del sol fueron heridas

y bajaron a esta patria.

No sé quién las haya herido

que al rozarlas doy con llagas.

Quiero aprender lo que oyen

para estar tan arrobadas.

Paso entre ellas y mis mejillas

se manchan de tierra mojada.

Gabriela MistralPoema de Chile


ALGUNOS AFORISMOS DE LICHTENBERG

1. He notado claramente que tengo una opinión acostado y otra parado.

2. Los hombres más sanos, más hermosos y mejor proporcionados son quienes están de acuerdo con todo.En cuanto se padece un defecto se tiene una opiniónpropia. 

3. Narra el señor Camper que cuando un misionero lehabló del infierno a una comunidad de groenlandeses,hizo tal descripción de las llamas amenazantes y se refirió tanto a su calor que todos empezaron a anhelarlo.

4. Les entrego este libro, no como unos binoculares paraver a los demás, sino como un espejo para que se veanustedes.

5. Del berrido del niño surgió el idioma como de la hojade parra un vestido de gala francés.

6. Había desbordado su biblioteca como se desborda unchaleco. Las bibliotecas pueden ser demasiado estrechas o demasiado amplias para la mente.

7. Aquello tuvo el efecto que por lo general tienen losbuenos libros. Hizo más tontos a los tontos, más listos a los listos y los miles restantes quedaron ilesos.

8. Que el hombre es el ser supremo también se deduce deque ningún otro ha tratado de refutarlo.

9. En verdad hay muchos hombres que leen sólo para nopensar.

10. No cesaba de buscar citas: todo lo que leía pasaba de un libro a otro sin detenerse en su cabeza.


Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Historias de Cronopios y de Famas – Julio Cortázar


Otro retrato: nunca había recibido regalos. Además, ella no necesitaba de mucho. Pero un día vio algo que por un pequeño instante codició: un libro que el Señor Raimundo, dado a la literatura, había dejado sobre la mesa. El título era Humillados y ofendidos. Se quedó pensativa. Tal vez se había encontrado definida, por primera vez, en una clase social. ¡Pensó, pensó y pensó! Llegó a la conclusión de que en verdad jamás nadie la había ofendido y todo lo que sucedía era porque las cosas son de esa manera y no había lucha posible. ¿Para qué luchar?

Me pregunto: ¿conocería algún día el amor y sus adioses? ¿Conocería algún día el amor y sus desmayos? ¿Tendría a su modo el dulce vuelo? No lo sé. Qué debe hacerse con la verdad de que todo el mundo está un poco triste y un poco solo. La nordestina se perdía en la multitud. En la plaza Mauá, donde tomaba el ómnibus, hacía frío y no había ningún abrigo contra el viento. Ah, pero existían los barcos cargueros que le daban nostalgias quién sabe de qué. Eso sólo a veces. En verdad, salía de la oficina sombría, se enfrentaba al clima de afuera y constataba entonces que todos los días a la misma hora era exactamente la misma hora. El gran reloj que funcionaba en el tiempo era irremediable. Sí, para mí desesperación, las mismas horas. Pero bien, ¿y entonces? Entonces nada. En mi caso, autor de una vida, no me llevo bien con la repetición: la rutina me aparta de mis posibles novedades.

La hora de la estrella – Clarice Lispector


¿El inicio que más la conmueve?

Un poema de Safo, que empieza: «Otra vez me sacude Eros, el que hace languidecer los cuerpos / agridulce, indomable, animal oscuro».

¿Y el final?

La famosa frase final de ‘El gran Gatsby: «Y así avanzamos, botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado». Describe esa extraña máquina del tiempo que son los libros, capaces de trasladarnos al pasado y al futuro, a los paisajes de la memoria y los sueños.

¿Tiene un personaje favorito de ficción? ¿O varios?

Me fascinan los personajes inadaptados, extranjeros, fronterizos, como la protagonista de las ‘Memorias de una enana’, de Walter de la Mare. O las sirenas, desde Homero hasta el mascarón de proa que aparece en ‘El tambor de hojalata’, de Günter Grass.

Extracto de una entrevista a Irene Vallejos


Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú? Los canillitas merodean entre los vehículos detenidos por el semáforo de Wilson voceando los diarios de la tarde y él echa a andar, despacio, hacia la Colmena. Las manos en los bolsillos, cabizbajo, va escoltado por transeúntes que avanzan, también, hacia la Plaza San Martín. El era como el Perú, Zavalita, se había jodido en algún momento. Piensa: ¿en cuál? Frente al Hotel Crillón un perro viene a lamerle los pies: no vayas a estar rabioso, fuera de aquí. El Perú jodido, piensa, Carlitos jodido, todos jodidos. Piensa: no hay solución. Ve una larga cola en el paradero de los colectivos a Miraflores, cruza la Plaza y ahí está Norwin, hola hermano, en una mesa del Bar Zela, siéntate Zavalita, manoseando un chilcano y haciéndose lustrar los zapatos, le invitaba un trago. No parece borracho todavía y Santiago se sienta, indica al lustrabotas que también le lustre los zapatos a él. Listo jefe, ahoritita jefe, se los dejaría como espejos, jefe.

Conversación en La Catedral – Mario Vargas Llosa


Dios bendiga a Hernán Rivera Letelier, Dios bendiga su cursilería, su sentimentalismo, sus posiciones políticamente correctas, sus torpes trampas formales, pues yo he contribuido a ello. Dios bendiga a los hijos tarados de García Márquez y a los hijos tarados de Octavio Paz, pues yo soy responsable de esos alumbramientos. Dios bendiga los campos de concentración para homosexuales de Fidel Castro y los veinte mil desaparecidos de Argentina y la jeta perpleja de Videla y la sonrisa de macho anciano de Perón que se proyecta en el cielo y a los asesinos de niños de Río de Janeiro y el castellano que utiliza Hugo Chávez, que huele a mierda y es mierda y que he creado yo.

El gaucho insufrible – Roberto Bolaño


Nuestra ciencia pardigmática
Luego de varios años de ignorancia cosmológica
no muchos
pero se hicieron largos
hoy día estamos más o menos como al principio
el universo es un huevo
hay principio y hay fin
todo va a desaparecer
(peor que antes, como abajo detallaremos
porque no hay siquiera un par de tortugas que sostenga el huevo)
El meollo del asunto es la partícula subatómica
a la que no veo que lleguemos a imaginarnos
esa no es la idea del colegio
nos imaginamos algo muy chico
pero algo chico es un ratón
un pájaro, un cerro chico
un piojo por último
algo chico es algo que se compara con algo
una partícula subatómica no tiene comparación
ese pedazo de nada lo trastorna todo.
Porque hasta el átomo el Renacimiento era posible
la Ilustración
el Socialismo era posible
la democracia de libre mercado era posible
el socialismo de libre mercado era posible
el amor a la sabiduría era posible
y también era posible estar loco
con la partícula subatómica es distinto
los más inteligentes se hicieron católicos de nuevo
pero en general a la mayoría les quedó la zorra
el universo prácticamente se creó ex – nihilo
ni siquiera era una partícula
y de repente dicen que explotó
(y ‘de repente’ está mal dicho, porque tiempo tampoco había)
así no más, de repente dicen
y que hasta se escucha todavía
que lo tienen grabado y todo
una tremenda explosión
¿de qué? de algo que ni siquiera era una partícula
y ahí están los planetas y soles
las tremendas distancias entre unos y otros
el agua que es hielo, nieve y nube
(cuando no escarcha, o granizo, garuga, etc)
ahí está la flor que deja su néctar al insecto
y de contrabando le llena las patas de polen
ahí la micro que dobla la esquina y atropella un cabro chico.
Todo ex – nihilo
hasta el tiempo y el espacio mismos
(idea contra la cual Newton luchó toda su vida)
Y la teoría dice que después de la expansión
el universo se aprieta de nuevo
y ni el tiempo queda
o sea que volvemos a la teoría de la creación y el juicio final
pero sin edén, sin árbol, culebra ni manzana
sin caída, sin un cristo que nos salve
sin ángeles con trompetas ni muertos levantándose por todas partes
ni las estrellas cayendo como nieve
y deshaciéndose poco antes de llegar a tierra
según un sueño que tuve hace varios años
(otra vez soñé que llovían neumáticos)
Y también sin que ni remotamente un solo ser viviente
pueda presenciar el fin del universo
con lo importante que éste ha sido
para la religión, la poesía, la ciencia
y la filosofía de todos los tiempos
Esta idea tan estilizada
al igual que su dramática versión antigua
impregna de irrealidad cuanto pongamos a tiro de los sentidos
díganme que no
Yo siento que nos deja un vacío caballo
incluso cuando parecemos más lejos de su aniquiladora influencia:
borrachos pasados mirando un techo sin saber de qué casa
o en medio de un partido importante
o en medio de un acto sexual nos arrebata
(A mí por ejemplo casi siempre que veo la lagartija
casi siempre que corre, se detiene
levanta entrecortadamente la cabeza, y sigue corriendo)
Tantas cosas que hay y que vinieron de una que ni siquiera era cosa
qué seremos en este universo que más parece una chispa
frutos del encuentro casual de un espermio y un óvulo
en una trompa de falopio
parecemos chiste surrealista
sólo para morir hemos nacido
sin el consuelo de dejar rastro en el mundo
porque no habrá mundo en que dejarlo
Porque antes uno podía abrir los ojos y decir
nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir
y esto era penoso claro, pero edificante
una ducha helada espiritual
Y aún antes, como sugería más arriba
uno podía preguntar por lo que sostenía el universo
«dos tortugas» te decían
y quedaba tranquilo uno
porque las tortugas son animales muy pacíficos
Pero ahora no sólo no caben las tortugas
sino que en el fondo en el fondo no hay vidas
no hay ríos, no hay mar
ahora en el fondo no hay quién escriba este poema
ni tampoco quién lo lea
A lo mejor del oriente venga una respuesta, no sé
En todo caso, dicen los superficiales eternos
no hay que preocuparse todavía
porque recién nos estamos expandiendo.

Antología precipitada, Adán Méndez


HACE FRÍO
Hay que tener paciencia con el sol
hacen cuarenta días
que no se le ve por ninguna parte.
Los astrónomos yankees
examinan el cielo con el ceño fruncido
como si estuviese lleno de malos presagios
y concluyen que el sol anda de viaje
por los países subdesarrollados
con las maletas llenas de dólares
en misión de caridad cristiana.
Y los sabios soviéticos
-que están por lanzar un hombre a la luna-
comunican que el sol
anda por los imperios coloniales
fotografiando indios desnutridos
y asesinatos de negros en masa.
¿A quién,
a quién le podemos creer?
Al poeta chileno
que nos pide
tener paciencia con el pobre sol!
Él estaría feliz de brillar
y de tostar los cuerpos y las almas
de los bañistas del hemisferio norte
-especialmente los muslos de las muchachas
que todavía no cumplen los veinte-
para eso fue hecho
le encantaría calentar la tierra
para que brote el trigo de nuevo,
pero las nubes no le dejan salir.
el no tiene la culpa de nada:
Hay que tener paciencia con el sol.

NICANOR PARRA. CANCIONES RUSAS. 1964-1967

VÍA LÁCTEA
Le salía leche de los pechos
le salía leche que bajaba por su cuerpo
en arroyos de indecible blancura

Le salía leche que fluía por su vientre
le mojaba los pies
y se escurría por debajo de la puerta

Era un río de leche que corría por la calle
atravesaba el barrio de Santa Cruz
y llegaba a la plaza de doña Elvira

Era leche que subía por los árboles
ascendía a los cielos
y se desparramaba en la bóveda infinita
eran grumos de leche que brillaban en el firmamento.

ÓSCAR HAHN

 
KELU

Finalmente, María Teresa habló de Kelu, su única hija mujer: una enana café.
Durante años, astrónomos y científicos de todo el mundo estuvieron tratando de ver una de estas enanas cafés, pero fue Ruiz, accidentalmente, la primera persona que se encontró con una. Esto ocurrió un día del año 97, mientras la astrónoma trabajaba en otro tema en el observatorio La Silla. De pronto, algo raro apareció en el telescopio. Era un objeto extraño, en el que la científica reconoció una línea de litio. Este elemento se destruye con las reacciones nucleares, con el calor, entonces se esperaba que las enanas cafés, como no tenían reacciones nucleares en su corazón, pudieran conservar el litio original del Big Bang. Así, Ruiz supo que era una enana café y para nombrarla buscó en un diccionario mapuche la palabra “rojo”. La astrónoma contó que fue un momento muy emocionante:
“La felicidad de ser el primer ser humano que ve algo por primera vez, es un gran privilegio. No lo puedo achacar a algo que yo haya hecho, porque fue ella, Kelu, la que me hizo señas, yo no la estaba buscando (…) soy una privilegiada, pues Kelu me escogió a mí para darse a conocer.”
EL COMIENZO
Y así habría comenzado todo, me digo,
mientras acaricio tu cara me acerco a la
ventana de mi cuarto: afuera el cielo de
15 mil milones de años afuera e cielo de
las estrellas extinguidas afuera eñ amanecer
de miles de millones de años cuando
comenzó todo.
Toco tu cara, pequeña hija, o lo que será el
recuerdo de ella expandiéndose como el cielo
de 15 mil millones de años atrás cuando,
de golpe se inició todo. Tu piel es el cielo,
me digo tú tienes pocos años y es la misma
ancianidad infinita, el mismo sueño el dolor la
abrupta maravilla del huevo que comienza.

RAÚL ZURITA

LAS ESTRELLAS MUEREN
Cuánto dolor
ha de estar
difuso
en ese espacio infinito
lejano y nuestro

cómo no pensar
que la muerte de una
estrella
es algo más que un
desplome
donde la materia
busca su centro
y se acurruca sobre si
misma

en un arrebato
gravitatorio
deja ir
por puro amor filial
su producción más
íntima
alimento matriz
de la siguiente estrella
su hija

pero
¿escuchó alguien, acaso,
el grito de dolor
de una estrella que
muere?
¿alguien oyó
el bramido de mil bocas
luminosas
antes del silencio?
MARGARITA SCHULTZ

Todos los textos anteriores están y tomados del libro Desde Chile un cielo estrellado, lecturas para fascinarse con la astronomía, María Teresa Ruiz (compiladora)


«Al que está enamorado de sí mismo, su amor le ofrece la ventaja de que no llegará a tener muchos rivales»(H31)

«Hay un refrán inglés que dice: Es demasiado necio para ser loco. En él hay una observación muy fina.» (KA231)

«Cada vez que tenía que utilizar su inteligencia se sentía como alguien que acostumbrado a usar siempre su mano derecha, de pronto tuviera que hacer algo con la izquierda»(B1)

«Los relojes de arena no sólo recuerdan la veloz huida del tiempo, sino también el polvo en el que alguna vez nos convertiremos»(C27)

«El otoño, que devuelve una a una a la tierra las hojas que esta le prestó al verano»

Aforismos, Georg Christoph Lichtenberg


«Otra vez volvió de nuevo furiosa, ya no lloraba, había decidido ponerse abiertamente en pelea contra el cura y el cura contra ella. El cura le había criticado su comportamiento escandaloso; a partir de las seis de la tarde en la agencia se reunían todos los hombres solos de Guateque…Se sentaban en las bancas de la agencia y allí se ponían a discutir de política, de mujeres, a recitar poesías, a cantar, a criticar a los curas y a veces las risas eran tan fuertes que el cura, que vivía del otro lado de la plaza, decía que no podía dormir; esas reuniones duraban hasta las nueve y diez de la noche, hora absolutamente escandalosa para un pueblo como ese. Y el hecho que al centro de esas reuniones estuviera ella como única mujer ponía al cura en candela y se propuso hacerle la guerra. Un día de un procesión en la plaza, el cura tuvo el valor de salir de la procesión dar la zancada para subir al andén y entrar a la agencia del chocolate con la cruz en la mano y un balde de agua bendita que lo derramó todo en el piso, echando bendiciones para que el Diablo saliera de la agencia. Esa acción pública del cura era el último grano que faltaba para que la Srta. María fuera definitivamente repudiada por la familias bien del pueblo…»

Carta número 5

Memoria por corrrespondencia, Emma Reyes


Resurrección de los patios Traseros

(A M O R I I I)

AMOR

Se besan frente al Crowne Plaza
se besan en Matucana con Alameda
no miran boutique,
felices ellos, los del patio trasero;
encuentran una radio a pilas
se escucha la Colo-Colo
y se besan se besan
“Lucho, me cuida cuando enfermo,
Lo amo tanto, tanto
que dejé hasta el neoprén”
Cuando regresan, la toma de la cintura
le indica el lugar donde hará un huerto,
dejan la radio sobre un cajón,
ella baila
él se recuesta entre las mantas;
mira el techo de nylon
Por entre los agujeros,
Dios le guiña un ojo.

La Manoseada, Sergio Parra


«¿Por qué la gente sigue considerando el autoritarismo como la única manera de ejercer la autoridad?

El libro intenta decir que existe una especie de fantasma social que nos toca a todos, y es el miedo a los subordinados. Creemos que la única manera de ejercer autoridad es ser autoritarios porque permanentemente aparece ese fantasma que nos dice que el otro está a punto de desbordar tu autoridad y de hacer evidente que en realidad eres incapaz de ejercerla. Ese fantasma está en todos los niveles sociales, en la política, en la escuela y en el trabajo. El miedo a los subordinaos es la contracara del temor a la autoridad y la suposición de que voy a ser abusado por mi superior»

Kathya Araujo

Entrevista a propósito de su libro El miedo a los subordinados

Diario LA SEGUNDA, viernes 14 de octubre 2016.


LXVII

Para la melodía “El dolor de la añoranza”

Una vez más, un ocaso amarillo
Inunda mi profundo patio.
Una vez más escribo los mismos
Versos tristes en un papel
Hermosos. Una vez más mi lámpara
Otoñal. Arde con los mismos
Sueños. Anoche silbaba el viento
Y llovía. Esta noche será
Igual. Sonarán las gotas hasta
Que el cielo vuelva a estar
Claro. El sonido de la lluvia es
Tan triste, que a partir de
Ahora voy a plantar menos plátanos.
Los grillos, congelados, han
Entrado y cantan bajo la escalera.
Allende los cristales de la
Ventana hay otros que cantan para
Entrar. Tras la pared, se oye
El mismo canto una y otra vez.

Wu Tsao
(Siglo XIX)


“-¡Te sorprenderá! Estos consultores, que utilizan los más importantes métodos americanos, dicen que las palabras son importantes. En Birmingham y en Glasgow ni uno solo de los trabajadores recibió una nota de despido no queremos que se sientan despedidos. Los descontratamos. Los desvinculamos. Los desplazamos. No estarán parados, estarán disponibles.

-¡Eso es añadir la burla al daño!

-Puede que tengas razón. Tampoco a mí me acaba de gustarme lo de descontratar -concedió Norton rápidamente-. Lo dejo en tus manos . Puedes ser tan educado y amable como quieras. Tienes total libertad para utilizar las expresiones que prefieras, mientras los eches.

-¡Gracias!

-Y, naturalmente. Seguridad tendrá que escoltarlos hasta la calle.

-¿Es que quieres sacarlos del edificio como a criminales?

-Los consultores dicen que actualmente es el procedimiento normal.”

El hombre del toque mágico, Stephen Vizinczey


«El único -y acaso el último- poema que se conserva de Adriano,

Animula vagula, blandula
Hospes comesque corporis,
Quae nun abibis in loca
Pallidula, rígida, nudula
Nec, ut soles, dabis iocos…

“Mínima alma mía, tierna y flotante, huésped y compañera de mi cuerpo, descenderás a esos parajes pálidos, rígidos y desnudos, donde habrás de renunciar a los juegos de antaño”, cierra esta monumental meditación sobre el misterio humano (Las memorias de Adriano). A lo que Marguerite Yourcenar, monumental ella misma por la dimensión de su obra y su pensamiento, agrega simplemente: “Todavía un instante miremos juntos las riberas familiares, los objetos que sin duda no volveremos a ver…Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos…»

Tomado de:

Hallazgos y desarraigos, Mauricio Wacquez


Un hombre

La madre de un hombre está gravemente enferma
Parte en busca del médico
Llora
En la calle ve a su mujer acompañada de otro hombre
Van tomados de la mano
Los sigue a corta distancia
De árbol en árbol
Llora
Ahora se encuentra con un amigo de juventud
¡Años que no nos veíamos!
Pasan a un bar
Conversan, ríen
El hombre sale a orinar al patio
Ve una muchacha joven
Es de noche
Ella lava los platos
El hombre se acerca a la joven
La toma de la cintura
Bailan vals
Juntos salen a la calle
Ríen
Hay un accidente
La muchacha ha perdido el conocimiento
El hombre va a llamar por teléfono
Llora
Llega a una casa con luces
Pide teléfono
Alguien lo reconoce
Quédate a comer, hombre
No
Dónde está el teléfono
Come, hombre, come
Después te vas
Se sienta a comer
Bebe como un condenado
Ríe
Lo hacen recitar
Recita
Se queda dormido debajo de un escritorio.

Poemas ilustrados, Nicanor Parra

(Selección de Cristóbal Joannon)


A propósito de los 22 subrayados anteriores, téngase presente el siguiente subrayado, a modo de justificación:

Plagio

Una fatalidad. Todo lo detestable que se quiera, pero a veces debe aceptarse, pues a pesar del gran número de ideas que nos legó Platón, la Naturaleza es tan injusta que a muchos hombres (y mujeres) no les ha tocado ninguna idea y, así, tienen que acudir a las ajenas para transmitir sus ideas, generalmente espurias si no concuerdan con las de uno, si es que también a uno le tocó alguna

Lo demás es silencio, Augusto Monterroso


Volver a los diecisiete
después de vivir un siglo
es como descifrar signos
sin ser sabio competente.
Volver a ser de repente
tan frágil como un segundo,
volver a sentir profundo
como un niño frente a Dios,
eso es lo que siento yo
en este instante fecundo.

Se va enredando, enredando,
como en el muro la hiedra,
y va brotando, brotando,
como el musguito en la piedra,
ay, sí sí sí.

Mi paso retrocedido,
cuando el de ustedes avanza;
el arco de las alianzas
ha penetrado en mi nido
con todo su colorido,
se ha paseado por mis venas
y hasta las duras cadenas
con que nos ata el destino
es como un diamante fino
que alumbra mi alma serena.

Lo que puede el sentimiento
no lo ha podido el saber,
ni el más claro proceder
ni el más ancho pensamiento.
Todo lo cambia el momento
cual mago condescendiente,
nos aleja dulcemente
de rencores y violencia:
solo el amor con su ciencia
nos vuelve tan inocentes.

El amor es torbellino
de pureza original;
hasta el feroz animal
susurra su dulce trino,
detiene a los peregrinos,
libera a los prisioneros;
el amor con sus esmeros
al viejo lo vuelve niño
y al malo solo el cariño
lo vuelve puro y sincero.

De par en par la ventana
se abrió como por encanto,
entró el amor con su manto
como una tibia mañana;
al son de su bella diana
hizo brotar el jazmín,
volando cual serafín,
al cielo le puso aretes
y mis años en diecisiete
los convirtió el querubín.

Poesía, Violeta Parra


Sonetos de la muerte

I

Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.

Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido.

Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvareda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.

Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!

Desolación, Gabriela Mistral


«1045

EL AMARILLO en la naturaleza
es más raro que todos los colores.
Es que ella -pródiga de azul-
lo ahorra para los ocasos.

Mientras derrocha el escarlata
-mujer al fin- entrega el amarillo
escasamente y eligiéndolo,
como elige una amante sus palabras.»

«1058

FLORECER es un logro.
Damos, una ojeada distraída,
con una flor y apenas sospechamos
las circunstancias mínimas

que colaboran al radiante asunto.
Tan intrincadamente elaborada
para ser ofrecida después al mediodía
como una mariposa.

Envolver el capullo y enfrentar al gusano,
obtener el derecho del rocío,
ajustarse al calor, burlar el viento,
escapar a la abeja rondadora

para no estar en falta con la naturaleza
que la espera aquel día…
Ser una flor es una honda
responsabilidad.»

Emily Dickinson, Tres poetas norteamericanos


«¿Quién lee para llegar al final, por deseable que éste sea? ¿Acaso no hay ocupaciones que practicamos porque son buenas en sí mismas, y placeres que son absolutos? ¿Y no está éste entre ellos? A veces he soñado que cuando llegue el Día del Juicio y los grandes conquistadores y abogados y estadistas vayan a recibir sus recompensas -sus coronas, sus laureles, sus nombres grabados indeleblemente en mármol imperecedero- el Todopoderoso se volverá hacia Pedro y le dirá, no sin cierta envidia cuando nos vea llegar con nuestros libros bajo el brazo: “Mira, ésos no necesitan recompensa. No tenemos nada que darles. Han amado la lectura.»

El lector corriente II, Virginia Woolf

(Tomado del Canon Occidental de Harold Bloom)


«Hemos echado un velo institucional sobre el origen de nuestra paz, que no es otro que la violencia ejercida contra los que la ponen en peligro: los locos, los criminales, los disidentes. ¿Dónde se administran esas segregaciones? En los sótanos. ¿Me comprende usted? Vea esa hilera de señoras que van al supermercado y ponen en su camino chuletas, costillas, filetes. ¿Cuántas podrían soportar el olor a sangre fresca de los rastros donde se preparan esas carnes? ¿Cuántas podrían soportar la mirada melancólica de la vaca a punto de ser sacrificada y presenciar sin desmayarse la escena del puntillazo sobre el animal? ¿Y cuántas podrían asistir al destazamiento, el corte de las chuletas, etcétera? ¿Cuántas de ellas o cuántos de nosotros, ciudadanos carnívoros, seríamos capaces de empuñar el cuchillo del carnicero y matar, destazar, limpiar las vacas necesarias para que haya filetes en el supermercado? Si viéramos al matarife ejecutando su labor, la gran mayoría de los que usufructuamos su trabajo, encontraríamos su oficio repugnante, inhumano, siniestro, como en efecto lo es. Pero sin ese repugnante oficio de matar y destazar vacas, no habría los limpísimos trozos de carne para uso de los limpísimos ciudadanos que aborrecen el proceso pero aman el resultado. Pues así como todos comen la carne limpia, cuyo proceso de matanza y destazamiento no soportarían ver, los que comemos filete público de la paz nos rehusamos a mirar el proceso de matanza y destazamiento que la produce.»

La guerra de Galio, Héctor Aguilar Camín


«Advierto una objeción a todo esfuerzo por mejorar la condición humana: la de que quizás los hombres son indignos de él. Pero lo desecho sin esfuerzo: mientras el sueño de Calígula siga siendo irrealizable y el género humano no se reduzca a una sola cabeza ofrecida al cuchillo, tendremos que tolerarlo, contenerlo, utilizarlo para nuestros fines; nuestro interés, por supuesto, será el de servirlo. Mi manera de obrar se basaba en una serie de observaciones sobre mí mismo, hechas desde mucho tiempo atrás; toda explicación lúcida me ha convencido siempre; toda cortesía me conquista, casi siempre toda dicha me ha dado la cordura. Y sólo escuchaba a medias a los bien intencionados que afirman que la felicidad relaja, que la libertad reblandece, que la humanidad corrompe a aquellos en quienes se ejercita. Puede ser; pero en el estado actual del mundo, eso equivale a no dar de comer a un hombre exánime por miedo de que dentro de unos años sufra de plétora. Cuando hayamos aliviado lo mejor posible las servidumbres inútiles y evitado las desgracias innecesarias, siempre tendremos, para mantener tensas las virtudes heroicas del hombre, la larga serie de males verdaderos, la muerte, la vejez, las enfermedades incurables, el amor no correspondido, la amistad rechazada o vendida, la mediocridad de una vida menos vasta que nuestros proyectos y más opaca que nuestros sueños -todas desdichas causadas por la naturaleza divina de las cosas.»

«Dudo que toda la filosofía de este mundo consiga suprimir la esclavitud: a los sumo le cambiarán el nombre. Soy capaz de imaginar formas de servidumbre peores que las nuestras, por más insidiosas, sea que se logre transformar a los hombres en máquinas estúpidas y satisfechas, creídas de su libertad en pleno sometimiento, sea que, suprimiendo los ocios y los placeres humanos, se fomente en ellos un gusto por el trabajo tan violento como la pasión de la guerra entre las razas bárbaras».

Memorias de Adriano, Marguerite Yourcenar


«En la biblioteca de la universidad erraba entre las estanterías, entre los miles de libros, aspirando el aroma mohoso del cuero, la tela y las páginas ajadas como si fuera un exótico incienso.

A veces se detenía, sacaba un volumen del anaquel y lo sostenía un momento en sus grandes manos, que le hormigueaban al tocar el lomo, el cartón y las dóciles páginas, que aún le resultaban extrañas, Luego hojeaba el libro, leyendo uno que otro párrafo con sumo cuidado, temiendo que sus torpes dedos rígidos pudieran rasgar y destruir lo que tanto se esmeraban por descubrir.

No tenía amigos, y por primera vez en la vida fue consciente de su soledad. A veces, de noche en el altillo, apartaba los ojos del libro que estaba leyendo y escudriñaba los rincones oscuros del cuarto, donde la luz de la lámpara fluctuaba contra las sombras. Si miraba con suficiente atención, la luz adquiría la forma insustancial de lo que acababa de leer. Y se sentía fuera del tiempo, igual que aquel día en la clase, cuando le había hablado Archer Sloane. El pasado emergía de la oscuridad en la que moraba, y los muertos volvían a la vida ante él; y el pasado y los muertos flotaban en el presente entre los vivos, y por un instante intenso tenía una visión de multitud con la cual se fusionaba y de la que no podía ni quería escapar. Tristán, Isolda la Justa caminaban ante él; Paolo y Francesca giraban en la reluciente oscuridad; Helena y el radiante Paris surgían de la penumbra, el rostro amargo de arrepentimiento. Y él estaba con ellos de un modo en el que nunca podía estar con los colegas que lo acompañaban en sus clases, con quienes convivía en una gran universidad de Columbia, Misuri, y que andaban despreocupados respirando el aire del medio oeste»

Stoner, John Williams


«Cuando yo era más joven y más vulnerable, mi padre me dio un consejo en el que no he dejado de pensar desde entonces. «Antes de criticar a nadie», me dijo, «recuerda que no todo el mundo ha tenido las ventajas que has tenido tú».

Eso fue todo, pero, dentro de nuestra reserva, siempre nos hemos entendido de un modo poco común, y comprendí que sus palabras significaban mucho más.

En consecuencia, suelo reservarme mis juicios, costumbre que me ha permitido descubrir a personajes muy curiosos y también me ha convertido en víctima de no pocos pesados incorregibles. La mente anómala detecta y aprovecha enseguida esa cualidad cuando la percibe en una persona corriente, y se dio el caso de que en la universidad me acusaran injustamente de intrigante, por estar al tanto de los pesares secretos de algunos individuos inaccesibles y difíciles. La mayoría de las confidencias no las buscaba yo: muchas veces he fingido dormir, o estar sumido en mis preocupaciones, o he demostrado una frivolidad hostil al primer signo inconfundible de que una revelación íntima se insinuaba en el horizonte; porque las revelaciones íntimas de los jóvenes, o al menos los términos en que las hacen, por regla general son plagios y adolecen de omisiones obvias. No juzgar es motivo de esperanza infinita. Todavía creo que perdería algo si olvidara que, como sugería mi padre con cierto esnobismo, y como con cierto esnobismo repito ahora, el más elemental sentido de la decencia se reparte desigualmente al nacer.»

El gran Gatsby, Francis Scott Fitzgerald 


Hueso

Curiosa es la persistencia del hueso
su obstinación en luchar contra el polvo
su resistencia a convertirse en ceniza

La carne es pusilánime
Recurre al bisturí a ungüentos y a otras máscaras
que tan solo maquillan el rostro de la muerte

Tarde o temprano será polvo la carne
castillo de cenizas barridas por el viento

Un día la picota que excava la tierra
choca con algo duro: no es roca ni diamante

es una tibia un fémur unas cuántas costillas
una mandíbula que alguna vez habló
y hora vuelve a hablar

Todos los huesos hablan penan acusan
Alzan torres contra el olvido
trincheras de blancura que brillan en la noche

El hueso es un héroe de la resistencia

Apariciones profanas, Óscar Hahn


Anteparaíso/Restos

Entonces, aplastando la mejilla quemada
contra los ásperos granos de este suelo pedregoso
como un buen sudamericano
alzaré por un minuto más mi cara hacia el cielo
hecho una madre
porque yo que creí en la felicidad habré vuelto
a ver de nuevo las irrefutables estrellas*

*PERO ESCUCHA SI TU NO PROVIENES DE UN BARRIO POBRE DE SANTIAGO ES DIFÍCIL QUE ME ENTIENDAS TU NO SABRÍAS NADA DE LA VIDA QUE LLEVAMOS MIRA ES SIN ALIENTO ES LA LOCURA ES HACERSE PEDAZOS POR SÓLO UN MINUTO DE FELICIDAD

Zurita, Raúl Zurita


«El atroz redentor Lazarus Morell

La causa remota

En 1517 el P. Bartolomé de las Casas tuvo mucha lástima de los indios que se extenuaban en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas, y propuso al emperador Carlos V la importación de negros que se extenuaran en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas. A esa curiosa variación de un filántropo debemos infinitos hechos: los blues de Handy, el éxito logrado en París por el pintor doctor oriental D. Pedro Figari, la buena prosa cimarrona del también oriental D. Vicente Rossi, el tamaño mitológico de Abraham Lincoln, los quinientos mil muertos de la Guerra de Secesión, los tres mil trescientos millones gastados en pensiones militares, la estatua del imaginario Falucho, la admisión del verbo linchar en la décimotercera edición del Diccionario de la Academia, el impetuoso film Aleluya, la fornida carga a la bayoneta llevada por Soler al frente de sus Pardos y Morenos en el Cerrito, la gracia de la señorita de Tal, el moreno que asesinó Martín Fierro, la deplorable rumba El Manisero, el napoleonismo arrestado y encalabozado de Toussaint Louverture, la cruz y la serpiente en Haití, la sangre de las cabras degolladas por el machete del papaloi, la habanera madre del tango, el candombe.

Además: la culpable y magnífica existencia del atroz redentor Lazarus Morell.»

Historia universal de la infamia, Jorge Luis Borges


«Un libro es una cosa entre la cosas, un volumen perdido entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos. Ocurre entonces la emoción singular llamada belleza, ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica. La rosa es sin por qué, dijo Angelus Silesius; un siglo después, Whistler declararía El arte sucede.

Ojalá seas el lector que este libro aguardaba.»

Prólogos, Jorge Luis Borges


«…Decir que sufro de nuestra pobreza sería falso; la oscuridad es una prueba segura de que luego saldrá el sol. Vivir es esperar…»

La chica del Crillón, Joaquín Edwards Bello


«…Subí a mi cuarto y, pasada una hora sin que nadie se ocupara de mí, sentí que había comenzado a convertirme en un esperador. ¿No era lo que en realidad había sido siempre?

Si lo pensaba bien, mi vida podía ser descrita como una sucesión de expectativas. En realidad siempre había sido un esperador. Y nunca había perdido de vista que Kafka nos descubrió que la espera es la condición esencial del ser humano…

Recordé relatos -de Julien Gracq, por ejemplo- donde la espera prevalecía sobre el acontecimiento…el tiempo se escandía y alargaba a través del sistema de sucesión de expectativas que, al verse interrumpidas por otras nuevas expectativas, daban comienzos y a nuevas esperas, y así hasta el final del relato…

Seguramente tenían mucho sentido las palabras de aquella deliciosamente absurda anciana rusa de la que habla Bertrand Russell en sus memorias: “Sí señores. Hace mal tiempo y estamos esperando a que cambie. Pero es mejor que haga mal tiempo a que no haga ninguno, y mejor que estemos esperando a que no esperemos nada.”»

Perder teorías, Enrique Vila-Matas


«Pero, en fin, también hay universo en la rua dos Douradores. También aquí Dios concede que no falte el enigma de vivir. Y por eso, si son pobres, como este paisaje de carros y de cajas, los sueños que consigo extraer de entre las ruedas y las tablas, aun así para mí representan todo lo que tengo, y todo lo que pueda tener.

En otro lugar es donde, sin duda, están los ocasos. Pero incluso desde este cuarto piso sobre la ciudad se puede pensar el infinito. Un infinito con almacenes abajo, es cierto, pero con estrellas al fondo… Es lo que se me ocurre, en este atardecer, a la ventana, con la insatisfacción del burgués que no soy y con la tristeza del poeta que nunca podré ser.»

El libro del desasosiego
Un día en la (no) vida de Bernardo Soares
Fernando Pessoa


«Pero ahora, había estallado el vaso; ya no había salvación.

¿Qué era aquel vaso que había estallado? Era el dios que me protegía, era la diosa que siempre me había acompañado, era la misma luna, que era mi madre transformada en Luna.

¡Oh Luna! Siempre estuviste a mi lado, alumbrándome en los momentos más terribles; desde mi infancia fuiste el misterio que velaste por mi terror, fuiste el consuelo en las noches más desesperadas, fuiste mi propia madre, bañándome en un calor que ella tal vez nunca supo bridarme; en medio del bosque, en los lugares más tenebrosos, en el mar; allí estabas tú acompañándome; eras mi consuelo; siempre fuiste la que me orientaste en los momentos más difíciles. Mi gran diosa, mi verdadera diosa, que me has protegido de tantas calamidades; hacia ti en medio del mar; hacia ti junto a la costa; hacia ti entre las rocas de mi isla desolada, elevaba la mirada y te miraba; siempre la misma; en tu rostro veía una expresión de dolor, de amargura, de compasión hacía mí; tu hijo. Y ahora súbitamente, Luna, estallas en pedazos delante de mi cama. Ya estoy solo. Es de noche.»

Antes que anochezca, Reinaldo Arenas

(El subrayado corresponde al último párrafo de las memorias de Arenas y probablemente lo último que escribió antes de suicidarse)


Nocturno

Esta noche ha vuelto la lluvia sobre los cafetales.
Sobre las hojas de plátano,
sobre las altas ramas de los cámbulos,
ha vuelto a llover esta noche un agua persistente y
vastísima
que crece las acequias y comienza a henchir los
ríos
que gimen con su nocturna carga de lodos
vegetales.
La lluvia sobre el zinc de los tejados
canta su presencia y me aleja del sueño
hasta dejarme en un crecer de las aguas sin sosiego,
en la noche fresquísima que chorrea
por entre la bóveda de los cafetos
y escurre por el enfermo tronco de los balsos
gigantes.
Ahora, de repente, en mitad de la noche
ha regresado la lluvia sobre los cafetales
y entre el vocerío vegetal de las aguas
me llega la intacta materia de otros días
salvada del ajeno trabajo de los años.

Los trabajos perdidos, Álvaro Mutis


La muerte zigzagueada 3: La obra maestra

En general, los críticos procuran morirse tranquilamente en sus camas, sabedores de que el rencor de los literatos les puede encajar a última hora un mal rato irreversible. Muy pocos críticos asumen su destino y se arriesgan a llevarse rencores, desapegos, insultos, malicias y chismes de literatos sin sentido de las proporciones. De estos críticos arriesgados fue don Lucho Posada, pero de modo maestro, pues don Lucho Posada publicó un domingo la nota más virulenta de su carrera. Escribió, entre otras finuras, “los literatos son una tropa de patanes ignorantes, fatuos, chismosos, mediocres, borrachos, desaseados y casi todos maricones”. Y ponía el remate perfecto: “esto lo escribo el jueves por la mañana y en las últimas; estaré muerto a más tardar el sábado, de modo que el domingo vayan y digan lo que quieran, palurdos, descomedidos y soberbios”

Obituario, Andrés Gallardo


El Premio

Qué día feliz
La niebla se disipó temprano
Me puse a trabajar en el jardín
Colibríes quietos sobre la madreselva.
Nada sobre la tierra que yo quisiese tener
Nadie sobre la tierra que yo pudiese envidiar.
Había olvidado todo lo que sufrí
No tenía vergüenza del hombre que fui.
No me dolía el cuerpo
Al enderezarme, vi el mar azul y los veleros errantes.

Czeslaw Milosz


Las pasiones humanas son un misterio, y a los niños les pasa lo mismo que a los mayores. Los que se dejan llevar por ellas no pueden explicárselas, y los que no las han vivido no pueden comprenderlas. Hay hombres que se juegan la vida para subir a una montaña. Nadie, ni siquiera ellos, puede explicar realmente por qué. Otros se arruinan para conquistar el corazón de una persona que no quiere saber nada de ellos. Otros se destruyen a sí mismos por no saber resistir los placeres de la mesa… o de la botella. Algunos pierden cuanto tienen para ganar en un juego de azar, o lo sacrifican todo a una idea fija que jamás podrá realizarse. Unos cuantos creen que sólo serán felices en algún lugar distinto, y recorren el mundo durante toda su vida. Y unos pocos no descansan hasta que consiguen ser poderosos. En resumen: hay tantas pasiones distintas como hombres distintos hay.

La pasión de Bastián Baltasar Bux eran los libros.

Quien no haya pasado nunca tardes enteras delante de un libro, con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado…

Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque Papá o Mamá o alguna otra persona solícita le ha apagado la luz con el argumento bien intencionado de que tiene que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito…

Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acababa y había que decir adiós a personajes con los que había corrido tantas aventuras, a los que quería y admiraba, por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida le parecería vacía y sin sentido…

Quien no conozca todo eso por propia experiencia, no podrá comprender probablemente lo que Bastián hizo entonces.

Miró fijamente el título del libro y sintió frío y calor a un tiempo. Eso era, exactamente, lo que había soñado tan a menudo y lo que, desde que se había entregado a su pasión, venía deseando: ¡Una historia que no acabase nunca!

¡El libro de todos los libros!

¡Tenía que conseguirlo, costase lo que costase!

La historia interminable, Michael Ende


Cape Cod

La baja y arenosa playa y el pino enano
la bahía y la larga línea del horizonte.
¡Qué lejos yo de casa!
La sal y el olor de sal del aire del océano
Y las redondas piedras que pule la marea.
¿Cuándo arribará el barco?
Los vestigios quemados, rotos, carbonizados,
Y la profunda huella dejada por la rueda.
¿Por qué es tan viejo el mundo?
Las olas cabrilleantes y el cielo inmenso y gris
Surcado por las lentas gaviotas y los cuervos.
¿Dónde todos los muertos?
El delicado sauce doblado hacia el fangal,
El gran casco podrido y los flotantes troncos.
¡La vida trae la pena!
Y entre pinos oscuros y por la orilla lisa
El viento fustigando. El viento, ¡siempre el viento!
¿Qué será de nosotros?

George Santayana

Diccionario filosófico, Fernando Savater


10

El derecho a callarnos

El hombre construye casas porque está vivo, pero escribe libros porque se sabe mortal. Vive en grupo porque es gregario, pero lee porque se sabe solo. Esta lectura es para él una compañía que no ocupa el lugar de ninguna otra pero que ninguna otra compañía podría sustituir. No le ofrece ninguna explicación definitiva sobre su destino pero teje una apretada red de connivencia que expresan la paradójica dicha de vivir a la vez que iluminan la absurdidad trágica de la vida. De manera que nuestras razones para leer son tan extrañas como nuestras razones para vivir. Y nadie tiene poderes para pedirnos cuentas sobre esa intimidad.

Los escasos adultos que me han dado de leer se han borrado siempre detrás de los libros y se han cuidado mucho de preguntarme qué había entendido de ellos. A esos, evidentemente, hablaba de mis lecturas. Vivos o muertos yo les dedico estas páginas”

Como una novela, Daniel Pennac


En cama
“Si tuviera que determinar a qué obedece esa pulsión por habitar mi cama, creo que la respuesta más certera sería: por melancolía. La cama es un refugio, un nido y un nicho. Quedarse en cama sirve para protegerse del frío, de la resolana o de cualquier pretexto climático que nos afecte. Obviamente, también para soslayar a los demás. Es una manera de inclinarse por el aburrimiento y la vida mental, en vez de la acción y el tráfago. Como no tengo la premura histérica de llenar el tiempo, ni creo que valga la pena molestarse en ello, prefiero la posición horizontal, el desierto de sábanas blancas que nos devuelve a la soledad y nos obliga a recogernos y recordar”

Interrupciones, Matías Rivas


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