Los caricaturistas tienen un oficio muy difícil. Deben combinar la gracia visual creando un estilo propio que los identifique y luego añadirle una cuota de humor, de ironía, de sátira. No es fácil, pues, el oficio del caricaturista. Su arte consiste en lograr que un brevísimo espacio, en un rectángulo, en una esquina de página, se concentre la reacción del lector que supera por mucho el tamaño de la viñeta; una reacción que puede va de la risa a la indignación, pasando por el desconcierto.
Como al que no sabe cocinar, pero sabe (y le encanta) comer, yo no sé nada de pintura ni de caricatura, pero me encanta verlas. No sabría explicarles en términos técnicos por qué me encantan las caricaturas de Andrés Rábago, uno de los satiristas más importantes de España, quien diariamente publica sus viñetas en el diario El País, firmando como “El Roto”. Pero puedo contarles cómo llegué a él, por ejemplo. Llegué a la obra de “El Roto” cuando uno de mis mejores amigos, Miguel Estrugo, español afincado en Chile, me enseñó en el sitio web de El País una caricatura al azar de “El Roto”, y luego consumimos el resto de la tarde viendo una por una sus caricaturas. En aquella ocasión se nos ocurrió entrevistarlo, y lo hicimos finalmente para nuestro proyecto 6Columnas.com.
Unas semanas después, Andrés Rábago “El Roto”, me hizo llegar el catálogo de su exposición “Las ventanas ciegas”, que se inaguraba en la galería BAT Alberto Cornejo, en Madrid. Entonces descubrí otra cara fascinante del artista: su obra como pintor. Primero me cautivó el caricaturista, luego el pintor.
Pero basta de historias. Aquí está Andrés Rábago García, “El Roto”, seudónimo de un gran dibujante, satirista y pintor. Nació en 1947 y sus comienzos en la pintura fueron desde niño: “Recuerdo haber pintado desde niño. Mi padre estaba relacionado con el mundo del arte al trabajar en un taller que se dedicaba a la producción de objetos e imágenes para el culto religioso. El mismo quiso ser escultor, aunque por dificultades económicas tuvo que entrar a trabajar en la sección de vaciado de un taller de fundición“. Y su acercamiento a la pintura, me cuenta, fue gracias a un tío hermano de su padre, quien siendo muy pequeño le regaló un libro de dibujos de Joaquín Xaudaró, un dibujante de prensa muy popular en la España de los años 30: “ese libro despertó en mí la otra faceta creativa de dibujante“.
En cuanto a las técnicas, “El Roto” opta por la sencillez: “Las más simples, no me gusta complicarme la vida innecesariamente, prefiero siempre decir lo máximo con lo mínimo imprescindible, detesto toda retórica“. Y si observan la selección de su obra que hace para este dossier OtroLunes, se darán cuenta que hay una claridad y definición de líneas y colores que apunta a la máxima sencillez; una pintura sin ruidos. Tampoco hay en Andrés Rábago influencias específicas. Y me dice que: “A estas alturas de la vida uno ha tenido ocasión de ver casi todo lo importante y dejarse enseñar por los grandes de cualquier época“.
Le pido entonces que suponga que le dan la oportunidad de tener una colección con todas las obras de arte que se le ocurran, sus preferidas, ¿de qué obras estaría compuesta esa colección? A lo que me responde: “Las tengo, aunque en forma de reproducción, mi colección de libros de arte es bastante importante y soy un asiduo visitador de museos y exposiciones, creo que en ellos he pasado los mejores momentos de mi vida“. Aunque no es de la pintura que vive principalmente Andrés Rábago. Es más bien “El Roto” su principal aporte: “Vivo básicamente del dibujo, aún no he conseguido una comprensión clara de mi propuesta pictórica, que es bastante más compleja de lo que aparenta.”
Andrés Rábago se refleja en su obra y cree que “la pintura es la señalización del territorio de mi experiencia religiosa, o para no asustar, de lo meditativo. Mi pintura se abstrae de todo lo accidental y se decanta por la buscada de lo perenne e inmutable“. En cuanto a las circunstancias históricas, él ha vivido dos Españas, aquella de la dictadura, época de una fuerte censura que de alguna forma también lo alcanzó a él, y la España post dictadura. Pero aquella época franquista fue para él “durante mucho tiempo un camino de aprendizaje” y agrega: “las circunstancias externas no me afectaron en mi trabajo“.
¿Imagina al espectador de su obra mientras pinta?
Yo soy ese espectador, voy siguiendo el rastro del cuadro en una persecución que acaba en la captura de la imagen buscada o en su huida y pérdida.
¿Qué sensaciones le interesa generar en quienes admiran sus exposiciones?
Si le sirven de ayuda para encontrar ese eco en su corazón ya me doy por satisfecho.
¿Qué pintores latinoamericanos le gustan?
En especial el muralismo mejicano y en concreto Orozco, todo el arte de la corriente surrealista Matta, etc., y los movimientos alrededor de la abstracción geométrica brasileña y venezolana.
La tecnología, internet, esta época que vivimos que sobrevalora las comunicaciones, ¿están cambiando positiva o negativamente la apreciación del arte?
La sobresaturación de imágenes están banalizando la cultura visual y esto tiene repercusión sobre la pintura, lógicamente. Por lo demás el arte verdadero no tiene nada que temer, pues está genéticamente preparado para atravesar el tiempo y las circunstancias constantemente cambiantes.
¿Qué temas o qué riesgos le gustaría percibir dentro de la nueva producción artística tanto europea como de otros continentes?
Mi deseo es que seamos capaces de transmitir lo que el espíritu desea hacer consciente en cada momento
¿Qué ideas, conceptos, o temas le gustaría desarrollar o cree que le faltan en su obra?
Mi esperanza es poder desarrollar todo aquello que en mí se produzca, sin interferir en ello.