Mao, the unknown story
Anchor Books, 801 pág.
Mi llegada a Mao: the unknown story, la biografía de Mao Tse Tung escrita por Jung Chang y su esposo Jon Halliday, fue lo más accidental y sencilla a la vez: el escritor venezolano Rodrigo Blanco Calderón la recomendó hace unos cuatro años – o más – en lo que en ese entonces se llamaba Twitter y hoy se llama X. En la maraña de cosas que uno ve en el timeline de las redes sociales, esta no pasó desapercibida para mí porque Rodrigo hacía un comentario que relacionaba el libro de Chang con la historia reciente de Venezuela, en particular, con Chávez, y asegurando – estoy parafraseando de memoria – que ese libro permitía entender muchísimas cosas. Que era algo así como la raíz.
Atormentada por la curiosidad, busqué al libro y a la autora, aún desconocida para mí. Descubrí en el camino que Jung Chang es una escritora extraordinaria, vivencial, con un talento único para hacer de la memoria un arte en la espléndida Cisnes salvajes. Historiadora seria y disciplinada, vivió en primera persona, lamentablemente, las atrocidades de Mao Tse Tung durante los inagotables años de su dictadura y emprendió la tarea dispendiosa de documentar los aspectos de la vida de este hombre que, aún hoy, es recordado por muchos con devoción y admiración. El trabajo que hay detrás de este libro es impresionante: los documentos oficiales desclasificados por el CCP Chino son solo una parte, quizás lo más relevante son los testimonios honestos y en ocasiones desgarradores de quienes tuvieron cercanía con “El gran timonel”, incluidos traductores, políticos y, en muchos casos, sus víctimas, quienes le entregaron valiosa información a Chang y a Halliday para reconstruir el perfil del hombre más importante en la historia reciente de China.
No es fácil destruir un mito sostenido durante tantos años a base de un impresionante marketing y no pocas dosis de distorsión de la historia, pero este libro lo consigue sin duda.
“¿Cómo cambiamos a China? Con destrucción”
La historia de Mao no es la de un ser extraordinario. En términos generales, él era un tipo más bien mediocre y bastante flojo. Quizás este fue uno de los aspectos que más me llamó la atención en lo que documentan Chang y Halliday. Uno esperaría del hombre que tuvo un activo liderazgo en la “Gran Marcha” y que posteriormente proclamó la creación de la República Popular China, una actitud de trabajador incansable que se entrega a su pueblo sin reservas, pero lo cierto es que desde que era solo un soldado, Mao demostró ser egoísta, megalómano y, sobre todo, despiadado. Dentro de los abundantes testimonios que tiene este libro, impresionan particularmente los que se conservan de sus primeros allegados y amigos, quienes recuerdan su “amor por la sangre” o sus declaraciones sobre la revolución “que no es una como una fiesta con cena y requiere violencia”.
Ad portas de concluir la guerra civil y de que Chiang Kai-shek, el derrocado líder nacionalista huyera para exiliarse en Taiwan, Mao fue consultado sobre cómo sería restaurada China y su respuesta sin vacilar fue: “Con destrucción. El país debe ser destruido y entonces reformado”.
Cumpliendo su palabra
La respuesta de Mao lejos de ser un pensamiento aislado fue una suerte de designio, de plan de acción, de hoja de ruta. Fue su palabra otorgada para cumplirla cabalmente. La China que “reformó” Mao como líder del Partido Comunista vivió episodios de terror, de odio, de miedo y de pobreza absoluta.
Al poder ilimitado que se le otorgó le sucedieron infinitos episodios de paranoia y una serie de malas decisiones de las que constantemente lo estaban salvando – cuando esto era posible – los hombres leales que lo acompañaron desde la “Gran Marcha” hasta poco antes de su muerte.
De todas las atrocidades a las que Mao sometió a China, dos son quizás las más dolorosas: una fue “El gran salto adelante” que trajo consigo la muerte por hambre de más de cuarenta millones de chinos y la caída en la pobreza y la desgracia de un pueblo que no podía tolerar tanto sufrimiento; la otra fue la “Revolución Cultural”, una iniciativa nacida de su momento más histérico de megalomanía, en la cual todos los miembros del Partido Comunista y civiles de cualquier segmento de la sociedad debían rendirle fidelidad, so pena de caer bajo sospecha de traición y ser sometidos a las más crueles torturas. En medio de su paranoia, para Mao todos fueron culpables y “cayeron en desgracia” miembros leales e incondicionales a él que fueron obligados a humillarse en eternas sesiones de reconocimiento de culpas y juramentos de fidelidad… y muchas veces ni eso fue suficiente para detener los castigos que truncaron las vidas de tantos hombres y mujeres. Mao utilizó su paranoia como combustible para azuzar a los más jóvenes; decidió que la educación era el arma más poderosa para sus fines y se infiltró en todos los rincones del sistema educativo atrayendo consigo a una masa importante de jóvenes que le creyeron y amaron sin límite, y quienes también le fueron de muchísima utilidad en el juego escabroso de denuncias y traiciones que se vivió durante esos años. A los ojos de Mao todos eran traidores hasta que se demostrara lo contrario… y pocas veces se lograba demostrar lo contrario.
El pésimo líder que fue para China no se compensó en ningún caso con un comportamiento ejemplar como padre o esposo. Sus dos primeras esposas tuvieron vidas trágicas, signadas por un hombre que las fue dejando botadas durante la “Gran Marcha”, olvidándolas. Su segunda esposa quedó tan afectada por todo lo que tuvo que soportar a su lado, que sufría de ataques de nervios que él no dudaba en recrudecer apareciéndose de la nada por la villa donde ella vivía y haciéndola traer a su presencia. Mantuvo numerosas amantes, muchas de ellas niñas menores de edad. Sus hijos poco o nada recibieron de su amor, con excepción de alguno que otro que fue receptor de su atención por tiempo limitado o con algún fin político. Su cuarta esposa, Mme Mao fue quizás su compañera de lucha más activa, pero él la aborrecía. Aun así, fue tan sanguinaria como él, siendo la encargada de ejecutar todo el plan de censura de la “Revolución cultural”. Era ella quien decidía qué se podía ver en cine y teatro durante esos años imponiendo controles que minaron prácticamente cualquier producción cultural en China, sin contar con que aprovechó el poder temporal que Mao le otorgó para tomar revanchas y venganzas con personas de su pasado e incluso de su presente.
Como amigo, Mao fue vil y déspota. Quien fuera quizás su hombre más inteligente y el verdadero artífice de las relaciones internacionales, Chou En-lai, sufrió de un cáncer de riñón para el cual Mao negó todo tipo de tratamiento en su estadio inicial. Sucedía que todos los tratamientos médicos de los miembros del CCP debían ser previamente comunicados a Mao y visados por él. Esta regla era muy estricta y el equipo médico no podía saltársela porque corrían el riesgo de ser castigados. Cuando le comentaron que Chou En-lai necesitaba tratamiento y una operación que le permitiría superar el cáncer dado su desarrollo tan temprano, Mao se negó: simplemente él no permitiría que Chou En-lai viviera lo sobreviviera. Su destino fijado era morir antes que Mao, no después. Como consecuencia, Chou En-lai sufrió lo indecible, dolores y malestares que destruyeron su ánimo y su espíritu. Cuando ya la situación fue intolerable, se le permitió tomar el tratamiento, sin embargo, ya era muy tarde. Chou En-lai murió diecinueve meses antes que Mao, consciente de que su antiguo compañero de revolución era un ser oscuro y nefasto.
No mejor suerte tuvo Liu Shaoqi, quien fuera igual o más poderoso en la plana mayor del Partido que Chou En-lai, y que cayó en desgracia cuando durante el “Gran salto adelante” descubrió que la hambruna azotaba a los lugares más empobrecidos de China. A Shaoqi le tocó vivir el que quizás sea uno de los episodios más tristes de un líder comunista. Cuando las alertas por la hambruna creciente no paraban y hasta los más prudentes líderes locales se manifestaban preocupados, Shaoqi decidió hacer una visita rutinaria a la aldea donde nació para ver a su hermana y cuñado, con quienes no había tenido contacto hacía mucho tiempo. La última vez que habían charlado, el cuñado de Shaoqi le mostró su profunda preocupación por los resultados de las técnicas de cultivo y cosecha impuestas por Mao, pero Shaoqi le pidió confiar y mantener el plan del líder. Durante la visita, los aldeanos y campesinos le mostraron a Shaoqi su mísera vida y, además, tuvo que presenciar cómo su hermana se estaba consumiendo en los huesos por el hambre. Consternado, Shiaoqi intentó alimentarla, pero ya era muy tarde y la comida no se mantenía en el estómago de la mujer.
Glorias imposibles
Mao murió y aún hoy es venerado tanto en China como fuera de ella. Lo cierto es que mucho del honor que se le rindió posteriormente fue parte de las maniobras de Deng Xiaoping, sucesor de Mao, para ir sacándolo del camino.
Víctima de la “Revolución cultural”, Mao rescató a Xiaoping de las mazmorras como última patada de ahogado, después de pasar años tomando decisiones desquiciadas que llevaron a la deriva al pueblo chino. Xiaoping mantuvo acuerdos secretos con Chou En-lai y otros líderes del Partido Comunista durante los últimos años de Mao, para ir desestructurando su entramado de poder y, poco a poco, tratar de revivir una China herida de muerte.
Mao, por su parte, se mantuvo febril, paranoico y megalómano hasta sus últimos días. Murió rodeado de dos amantes-enfermeras, las de sus últimos días.
Una vida marcada
Jung Chang no hace referencia en este libro a lo que ella misma vivió durante los años de dictadura de Mao, pero lo cierto es que su historia también está signada por el horror de esos años. Hija de un alto miembro del Partido Comunista, tuvo durante algún tiempo ciertos privilegios que pronto se transformaron en dolorosas experiencias. Este libro no es solamente un ejercicio de documentación histórica impecable, sino también su forma de mirar a los ojos del hombre que le dio forma a momentos muy amargos de su vida y de la vida de su gente, para desenmascararlo, escribiendo no solo la historia desconocida de Mao, sino sin duda su mejor biografía.
1 comentario
Añade el tuyo →No he leído el libro, pero voy a buscarlo y leerlo. Felicitaciones por la reseña. Una curiosidad que tengo que a lo mejor puedes resolver: ¿Qué enfermedad tenía Mao? Las cintas que existen de sus últimos años lo muestran muy enfermo, pero lo que he encontrado es más bien poco.