Rodrigo Lira

Es todo un personaje dentro de la literatura chilena. Se trata de RodrigoLira (Santiago, 1949 – 1981). Un irreverente polémico y loco, cuya poesía no debe ser excluida, ni obviada dentro de las antologías poéticas chilenas. Su carácter solitario y esa manía de la reacción exagerada frente a los autores que eran sus contemporáneos, lo llevaron a cometer algunos excesos, como corregir, hasta la fatiga, una novela del también escritor Enrique Lihn, su contemporáneo. El atrevimiento de Rodrigo, fue respondido por Enrique Lihn con un soneto que expresaba su disconformidad:

 

«Halagándome siento don Rodrigo
de un ejemplar de vuestra mano pía
– La Orquesta de Cristal – se me confía
a mi que (¿soy su autor?) mi buen amigo.

Veo que ese pasquín le importa un higo
Lira, pues de otro modo no sería
Plausible que se enferme de miopía
Mendandolen la plana que le digo:

Enrique Lihn – mi invento – el escribano
De erratas tales y a granel, le tiende
Confusamente mi interpósita mano.

Ha trabajado usted como un enano
Y eso, Lira ejemplar, muy bien lo entiende
Otro gigante, Respetable Hermano.»

El soneto tiene dos firmas, la del mismo Enrique Lihn y la del álter ego de este y protagonista de la obra «La Orquídea de Cristal» Gerardo de Pompier.

Rodrigo Lira estaba loco, literalmente. Los médicos le habían diagnosticado «esquizofrenia hebrefénica». Un desorden mental que influyó en su decisión terrible del 26 de Diciembre de 1981, cuando cumplía 32 años y se suicidó. Y esa locura, ¿también influyó en su excelente poesía? Seguro. Un autor puede ser influido directa o indirectamente por su propia enfermedad, pero eso no lo hace mejor, ni peor. Rodrigo Lira fue un exponente de la poesía con visos de cultura pop, de una escritura nada pulcra, desordenada, como su mente, desprovista de la claridad lírica de autores como el mismo Lihn. Y es precisamente la forma, los trazos que hace con las palabras, lo que dibujan un mapa sin norte ni sur, de sus temáticas con muchos contenidos: social, emocional, personal, entre otros. Leído, un poema de Lira puede resultar al oído, lo más atípico a un poema, pero las mismas palabras se resisten al sonido de ser solo palabras y se convierten, gracias al ritmo que él sabía controlar perfectamente, en un diálogo fluido, dentro de uno mismo, con el autor y su pensamiento. A pesar de esto, la sensación que deja después de su lectura es de estar frente a un túnel muy oscuro. Quizás la mejor palabra para definir esa sensación es vértigo. Y es al vértigo al que hace alusión Roberto Merino en el prólogo de un libro póstumo del autor, publicado como reedición en 2003, titulado: «Proyecto de Obras completas«. Este mismo ya había sido publicado por primera vez en 1984, editado y compilado por Enrique Lihn y Oscar Gacitúa con una tirada de 500 ejemplares. Esta obra tiene su origen en una carpeta que Rodrigo elaboró cuidadosamente con varios de sus poemas para participar en el concurso de poesía de la Municipalidad de Santiago y que envió poco antes de morir. Oscar Gacitúa conserva, además, la obra pictórica de Rodrigo Lira que no es menos impactante que su obra poética, llena de intrincamientos y laberintos imposibles. Eso sí, en ambas hay una mirada bien definida, ni profunda, ni marcada, solo bien trazada, hacia lo abstracto. Lira es uno de esos autores de vida intensísima que dejan una huella y una tremenda inquietud porque en el fondo estaba sumergido en horribles pantanos de soledad, licor y demencia. Su poesía es una parte importante en la historia literaria chilena, como ya lo dije, pero no por la intensidad de su vida, no por el odio tan cercano al cariño que expresaba por sus contemporáneos como el mismo Lihn y que generaba tanta polémica entre los de su generación, sino por la capacidad, en medio de los evidentes problemas que tenía, de transmitir esa misma intensidad, desordenada y febril, en una obra que hoy debe ser leída con respeto y considerada con actitud atemporal. Rodrigo Lira puede estar tan vigente para los lectores hoy como lo estuvo para los amigos y colegas de clandestinidad de su época (entiéndase Gregory Cohen, Roberto Brodsky, Mauricio Electorat, Francisco Zañartu y Diego Maquieira, entre otros). Dicha clandestinidad, cabe aclarar, era por gusto y no por necesidad, cuando todos eran más jóvenes y hacían juntos locuras y mucha literatura y veían decaer a un hombre que era la encarnación misma de la locura vuelta extravagancia poética.


MUESTRA DE POESIA DE RODRIGO LIRA

Nada ha muerto
sólo mi mirada
Desolada
Os digo que nada ha muerto
Que me jugué las cartas,
Los poemas
Y todo se carcome
Hasta la bestial soledad
El inencontrable muerto amor,
Que no vale la pena
Un vino tibio. Rojo
Alegorías
La puerta se ha cerrado.
De ahora referencias

Los golpes hermano, los rudos golpes
En la crónica roja documentando
Mi silencio
Los golpes hermanos, los rudos golpes.

COMUNICADO
A la Gente Pobre se le comunica
Que hay Cebollas para Ella en la Municipalidad de Santiago.
Las Cebollas se ven asomadas a unas ventanas
desde el patio de la I. Municipalidad de Santiago.
Tras las ventanas del tercer piso se divisan
unas guaguas en sus cunas y por las que están un poco más abajo
se ve algo de las Cebollas para la Gente Pobre.
Para verlas hay que llegar a un patio
al patio con dos Arboles bien verdes
después de pasar por el lado de una como jaula
con una caja que sube y baja
después de atravesar una sala grande con piso de baldosas
y con tejado de vidrio
con unas señoritas detrás de unos como mostradores
después de subir unas escaleras bien anchas
después de pasar unas puertas grandes
en la esquina de una plaza que se llama»de Armas»,
en la esquina del lado izquierdo
de una estatua de un señor a caballo, de metal,
con la espada apernada al caballo
para que no se la roben y hagan daño.
Ahí, debajo de las ventanas con las guaguas,
están las Cebollas.
No sé si podra conseguir
unas poquitas.
El caballero que maneja el ascensor ese, con paredes de reja,
me dijo que eran para la gente pobre.
Después, dijo algo del Empleo Mínimo.
Yo tenía que irme luego a comprar un plano de Santiago y una máquina de
escribir.
(sucedido y escrito en junio de 1979).

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