Si yo le pregunto ahora, a quemarropa, “¿usted por qué tiene/usa redes sociales?” ¿qué me respondería?
Me disculpa si atrevidamente intento responder por usted, pero es que intuyo lo que me dirá: “las tengo porque (inserte acá cualquier motivo altruista, intelectual, informativo, serio, curioso, sensato etc)”.
Lo cierto es que usted nunca reconocerá que las necesita para exhibirse, para buscar la aprobación de otros que, aunque sean unos absolutos desconocidos, cumplen un propósito noble de reafirmar sus sesgos y sus posiciones; por supuesto que usted no admitirá que las tiene porque le gusta la monería y el espíritu de rebaño (o de jauría, según como se quiera ver); mucho menos caerá en la poco elegante afirmación de que le gusta el chisme. Estoy absolutamente segura de que usted cuenta la cantidad de seguidores que tiene, lee cada una de las menciones que le hacen y está atento para dar respuesta oportuna a cualquier reflexión que circule por ahí.
La verdad es que disfrazará en un noble y loable motivo su uso, aseverando con estudios en mano que las redes sociales no son malas per se, que todo depende del uso que se les dé y me enumerará una serie de bondades. Y eso está bien, porque yo le creo. No voy a refutarlo. Usted, en eso, también tiene razón.
Si lo suyo son Tik Tok o Instagram, y no es un usuario pasivo de esos que solo se asoma “para mirar”, probablemente tenga un trabajo adicional no menor y bastante dispendioso: parecer gracioso o parecer feliz. Que el videíto de menos de dos minutos salga perfecto, con un remate impecable que los haga reír a todos, aunque esté haciendo mímica de voz, no es asunto fácil y permítame decirle que, si usted logra hacer eso con cierta frecuencia, lo admiro. Tampoco es tarea fácil tomar la foto más adecuada para que hasta el infierno parezca el paraíso.
Por favor no se enoje conmigo si esto lo molesta. No, no es necesario que me haga una lista de los usuarios que mejor contenido le entregan al mundo, contenido educativo, artístico o informativo, porque sé quiénes son y respeto su trabajo. Ser “influencer”, sea lo que signifique eso, en áreas tan complejas como las finanzas, la economía, el arte, los libros o la cultura suma y no resta.
Pero usted no es un influencer. Cuando usted publica algo solo unos pocos están pendientes de lo que dice y la mayoría solo quieren criticarlo. Usted no tiene acceso a las bondades económicas de una bodega de activistas que, por lo que hemos comprobado en países como Colombia, reciben excelentes dividendos por cuadrarse con lo más rancio de la política.
Si usted, además, es una persona escasa de amigos y conocidos, de espacios para la socialización o de instancias para crear y sostener en el tiempo relaciones sólidas que impliquen mirarse a la cara con otros de su misma especie, entonces las redes sociales son un recurso relativamente barato y accesible para suplir su soledad y usted lo utilizará y sacará provecho de esas herramientas. Lo felicito por ello, porque yo no lo estoy juzgando; créame cuando le digo que yo lo entiendo a usted.
Usted es una persona que necesita las redes para exhibirse a cambio de nada, y lo sabe. Si tiene suerte, como una pareja de amigos a quienes quiero mucho, puede conocer al amor de su vida y entablar una hermosa relación, duradera y estable. Es posible que gane un par de amigos. No obstante, usted sabe que esa no será la regla sino la excepción.
Yo sé que usted, en el fondo, es una persona sensata y me entiende. Lo que le quiero decir es que aprenda (ojalá por las buenas, no le aconsejo otra forma) que las redes sociales son burbujas que se pinchan y ¿qué tienen adentro? … ¡Exacto! Usted lo ha dicho: aire. Yo, sinceramente, lo animo a que prepare con mucho entusiasmo y buen arte el conjunto de máscaras y envoltorios con los que adornará sus mejores y más blancas razones para tener y usar las redes sociales. Pero, de la misma forma, lo animo a que tenga mucho cuidado y que comprenda que esas máscaras y envoltorios esconden una verdad. Usted es una persona práctica, yo lo sé, y entiende lo que quiero decir. Pero si no, se lo digo: no hay nada verdadero en la “verdad” de las redes sociales.
Yo sé que a este punto de su vida digital yo no le puedo pedir que separe el trigo de la paja. Usted depende de sus redes para existir hacia afuera y los demás solo existen para usted si los puede encontrar en alguna red social. La vida sin hashtag y sin timeline ya no es vida. Si usted o yo salimos de la red, dejamos de existir. ¡Pam! ¡Desaparecemos! Y usted no quiere eso.
Usted no solamente sabe qué sucede en el mundo, sino en su propia cuadra, gracias a que lo puede constatar en redes sociales. Usted las necesita para recordarlo todo, incluso que está vivo. No sé si las necesita para recordar que los demás están vivos, porque eso a usted no le importa mientras usted pueda exponer su punto de vista o mostrarle al mundo el atardecer en sus vacaciones.
El problema con todo esto que le digo a usted es que no podrá leerlo ni refutarlo a gusto, porque yo prescindí de toda red social y usted las necesita para que este texto exista. Lo lamento mucho, por favor perdóneme.
Por cierto, me gustaría hacerle una última pregunta y respóndame con total sinceridad: ¿usted necesita de las redes sociales para recordar los eventos relevantes o, por lo menos, reseñables de su día a día?